Los diuréticos se utilizan para eliminar agua y sales del organismo. Están indicados para tratar la retención de líquidos, algunos problemas renales o hepáticos y en algunos casos la hipertensión y la insuficiencia cardíaca.
Las complicaciones derivadas de su mal uso pueden incluir deshidratación, pérdida de potasio, y pérdida de ácidos que pueden provocar una condición llamada alcalosis, cuyos síntomas pueden ir desde fatiga hasta confusión, temblores, ansiedad, dolor de cabeza, vómitos y disminución de temperatura corporal.
Los laxantes se utilizan para aliviar el estreñimiento, ablandando la materia fecal para facilitar su evacuación. Se utilizan sólo por un tiempo limitado y no tienen utilidad para el tratamiento de la obesidad. Su uso puede llevar a la pérdida de los hábitos de funcionamiento del intestino, que obliga a continuar su uso indefinidamente.
El mal uso de laxantes puede producir irritación intestinal, diarrea, déficit de nutrientes (como la comida se mueve más rápidamente por los intestinos, ciertos minerales pueden dejar de absorberse) y dolor abdominal.
Los diuréticos y laxantes son medicamentos que se utilizan para tratar problemas que no están relacionados con la obesidad. El abuso de estas sustancias puede ser síntoma de trastornos alimentarios como la bulimia o anorexia.