Más de la mitad de los requerimientos diarios de L-Carnitina son aportados por una dieta balanceada que contenga carne y lácteos. El resto es sintetizado por el cuerpo, principalmente por el Higado y el Riñon, la principal vía de excreción de orina.
El uso de este producto como potencial lipolítico se basa en el hecho de que la oxidación de los ácidos grasos de cadena larga es dependiente de la carnitina, porque facilita su pasaje a través de la membrana interna de la mitocondria.
Por lo tanto, la hipótesis es la siguiente: un aumento en los niveles de carnitina en el músculo esquelético, a través de un consumo extra, podría aumentar la capacidad de transportar los ácidos grasos de cadena larga al interior mitocondrial para su posterior oxidación.
Varios trabajos de investigación han sometido a prueba ésta hipótesis. Se han utilizado 2 a 6 g/dia, y los protocolos de suplementación han variado entre 5 días a 4 semanas.
Se observó que la suplementación oral con carnitina tiene poco o ningún efecto sobre el contenido muscular de carnitina en seres humanos. Luego de la administración de grandes dosis orales de carnitina, la mayor parte se elimina en la orina. Los resultados demuestran que su uso no tiene ningún efecto sobre la concentración de carnitina en el músculo esquelético o el patrón de utilización de sustratos, ni durante el ejercicio ni en reposo.
Por lo tanto, podemos concluir diciendo que no hay evidencia científica para sugerir que el uso de suplementos de L-Carnitina aumentan la oxidación de ácidos grasos o que ayuda a reducir la masa grasa corporal.